El Mensajero
La noche había llegado al poblado, las calles se encontraban oscuras y silenciosas. Pocas eran las personas quienes transitaban y entre todos la gran mayoría eran fieles cazadores del reino. Hombres de grandes dones, algunos con el control sobre las armas, otros de la magia y muy pocos eran quienes podían controlar algunos elementos,cada cual era muy especial sin embargo todos se regían por las ordenes del gran rey de Avalon. Un hombre de gran fuerza que regia con mucha cautela su territorio, su nombre Afal.
Entre las calles se custodiaba quienes ingresaban y salían de ellas, los habitantes poseían una marca especial sobre el brazo; aquella marca era capaz de mencionar por si sola el don que profesaba su poseedor además de lograr.
Date prisa no tenemos mucho tiempo - murmuraba apenas audiblemente una mujer - no quiero esperar mas del necesario. Se trataba de una joven mujer de ojos negros tan oscuros como la noche, su largo cabello negro lo llevaba sujeto en una larga trenza que recorría su espalda, su piel tostada brillaba con la luz de la luna. Sus brazos se encontraban cubiertos con unos largos guantes y su ropa delgada se mantenía firmemente adherida a su piel, escondiendo su espada bajo la capa que cubría su cuerpo.
Tenemos que escondernos, no somos de este lugar y no tardarían ni siquiera unos minutos para eliminarnos, Necesitamos la información así que sabrás cambiar tu comportamiento y tu esencia. -cuestiono un hombre de mayor edad quien se encontraba oculto bajo una capa negra - tomas esto, y no lo usaras. Es solo para escondernos...
Lo encontraremos, estoy segura - sonrió la muchacha con mucha confianza - es de él, de quien estamos hablando...
El hombre asintió de manera rapida ante el comentario de la chica. Ambas figuras avanzaron entre las calles de piedra con mucha confianza sus ropajes habían cambiado, ahora ambos trajes era de un hermoso verde esmeralda, incluso unas pequeñas joyas del mismo color aparecieron a espaldas de sus manos identificándolos como habitantes de Avalon. Sus miradas se cruzaron durante un breve segundo, antes que el hombre se separara para dirigirse hacia uno de los establecimientos aun abiertos.
La joven espero en el exterior, sus ojos se mantenían firme en la entrada